Durante
el transcurso de mis vacaciones, mientras descansaba en un complejo
turístico, pude observar como se entretenía la gente. Había un
grupo de chicos que se encontraban jugando a la pelota, otros
corrían y jugaban a la escondida y algunos compartían un partido
de tenis. Por otra parte, dentro del ámbito del club house, había
jóvenes que estaban muy concentrados en una partida de ajedrez,
otros adolescentes jugaban al ping pong o al metegol. Pero
también había otros niños y adultos que se acercaban al club house
para conectarse al WiFi., con sus respectivas tablets o celulares,
y poder navegar en Internet con el fin de jugar virtualmente.
Me
asombró ver que las actividades de esparcimiento comprendían una
gran diversidad de juegos, de distinta naturaleza, que referían
tanto a destrezas físicas como intelectuales, algunos más simples
y otros más complejos, algunos vigentes desde hace siglos, y otros
más novedosos vinculados a las nuevas tecnologías.
Así,
el tradicional juego de pelota, se remonta a tiempos muy lejanos .
Por ejemplo, los Mayas
lo practicaban con fines religiosos.
Los principales partidos formales del juego de pelota eran eventos
rituales, que podían incluir el sacrificio
humano.
El deporte se jugaba también de manera informal, para la recreación
de los niños e incluso de las mujeres.
Los
jugadores, que podían ser de dos a once, distribuidos en dos bandos,
debían hacer pasar una pelota de caucho de más de dos kilos por un
aro de piedra, adosado a los muros laterales de la cancha a más de
dos metros de altura. La pelota no podía ser golpeada con las manos
o los pies y no debía tocar el suelo. Se anotaba en el aro
contrario.
También
el ajedrez tiene muchísimos años de existencia. Surgió
en Europa durante el siglo XV, y es un juego
de ingenio que requiere un importante esfuerzo intelectual debido a
que se necesita concentración,
cálculo,
capacidad de análisis,
estrategias.
Se
desarrolla sobre un tablero y enfrenta a dos personas. Cada jugador
cuenta con 16 piezas que puede desplazar, respetando ciertas reglas,
sobre el tablero que está dividido en 64 casilleros, de colores
alternados (normalmente blanco y negro). Dichas piezas son un rey,
una reina, dos torres, dos caballos, dos alfiles y ocho peones. El
objetivo es llegar a derrocar al rey del rival y para eso es
necesaria una jugada que ataque al rey, que se conoce como jaque;
es obligatorio para el jugador cuyo rey esté atacado salir del
jaque. Si no hay defensa posible contra un jaque, el rey está en
jaque mate y
finaliza la partida.
Estos
tipos de juegos son atemporales, es decir, han perdurado a lo largo
del tiempo y actualmente, los niños, adolescentes y adultos lo
siguen jugando.
El
ajedrez ayuda al desarrollo de las capacidades cognitivas y
sociales,
incrementa las habilidades intelectuales, creativas y lógicas de
razonamiento y mejora la capacidad de atención y concentración.
El
juego de pelota, por su parte, es lúdico,
divertido, y muy saludable para el desarrollo desde distintos puntos
de vista.
Es
estimulante, ya que permite aprender conceptos
espaciales como
distancia y velocidad; potencia la fuerza al lanzar la pelota con el
pie o con la mano, ya que ejercita casi todos los músculos del
cuerpo y ayuda a estrechar los lazos de una forma gratificante entre
padres , hijos y compañeros. En el caso de los niños, le permite
tomar conciencia de su cuerpo, refuerza su sentido del equilibrio y
genera confianza en sí mismo. A través del juego, los niños
disfrutan. Y esta diversión también se traduce en bienestar
emocional que refuerza la autoestima infantil.
Pero,
claro, junto con estos juegos tradicionales conviven -como señalé-
otros de surgimiento reciente, entre los que se destacan los juegos
virtuales, no exentos de muchas críticas. Efectivamente,
constantemente se señalan los perjuicios que pueden ocasionar:
cansancio visual, dolor de cabeza, posturas incorrectas, obesidad por
sedentarismo, aislamiento social, falta de atención a otras
actividades y responsabilidades, agresividad, y en general adicción.
Sin embargo, no puede decirse que los videojuegos sean nocivos en sí
mismos. Usados correctamente, por tiempos prudenciales y evitando los
excesos y la adicción, constituyen alternativas saludables.
Los
juegos, aunque en general se asocian a actividades recreativas
-incluso ese ámbito sirvió de punto de partida para estas
reflexiones-, en realidad aportan muchos beneficios a la vida de las
personas, y de los niños en particular.
Así,
en el caso de los más pequeños, el juego funcional o de ejercicio,
-propios del estadio sensoriomotor, y por tanto de los primeros años
de vida-, que consiste en repetir una y otra vez una acción por el
puro placer de obtener el resultado de inmediato, permite el
desarrollo sensorial, la coordinación de los movimientos y los
desplazamientos, el desarrollo del equilibrio estático y dinámico,
la comprensión del mundo que rodea al bebé, la autosuperación, la
interacción social con el adulto de referencia, la oculación
óculo-manual. El juego simbólico, propio del estadio preoperacional
(2 a 6/7 años), que consiste en simular situaciones, objetos y
personajes que no están presentes en el momento del juego,. permite
comprender y asimilar el entorno que nos rodea, aprender y practicar
conocimientos sobre los roles establecidos en la sociedad adulta,
desarrollar el lenguaje, favorecer la imaginación y la creatividad.
Con el juego de reglas, donde los jugadores saben antes de iniciar el
juego lo que cada uno tiene que hacer., los niños aprenden a ganar y
perder, a respetar turnos y normas y a considerar las opiniones o
acciones de distintos tipos de conocimientos y habilidades, favorece
el desarrollo del lenguaje, la memoria, el razonamiento, la atención
y la reflexión. El juego de construcción, aparece alrededor del
primer año y se realiza simultáneamente a los demás tipos de
juegos. Va evolucionando a lo largo de los años, a veces estando al
servicio del juego predominante en cada etapa. Permite potenciar la
creatividad, facilita el juego compartido, desarrolla la coordinación
óculo-manual, aumenta el control corporal durante las acciones,
mejora la motricidad fina, aumenta la capacidad de atención y
concentración, estudia la memoria visual (si no hay un modelo
presente), facilita la comprensión y el razonamiento espacial,
desarrolla las capacidades de análisis y síntesis.
El
juego, además de aportar al niño placer y momentos de distracción,
estimula su desarrollo: pone en marcha sus habilidades cognitivas,
facilita su vinculación social, favorece su equilibrio emocional y
estimula el desarrollo motor.
Representa
-entonces- mucho más que un tiempo y espacio de entretenimiento.
En
las personas adultas tiene cualidades similares a las que se
presentan en los niños; porque la persona mayor no es un sujeto
acabado que nada tiene que aprender o madurar. Mantener una actitud
abierta, permite apropiarse de conocimientos y experiencias que
fortalecen los aprendizajes y enriquecen la vida.
Las
jornadas de juego entre pares y con las familias tienden no sólo a
fortalecer las relaciones entre amigos y familiares, sino también a
facilitar la construcción de relaciones duraderas que favorecen los
lazos afectivos.
El
juego, entendido como una práctica que se lleva a cabo de manera
consciente, en las personas adultas, facilita la diversión y la
construcción de alternativas de vida, y posibilita acercarse a una
experiencia lúdica cada vez más compleja y llena de significados.
Es,
también, una fuente de relajación y estimulación tanto para el
cerebro como para el cuerpo, que
desarrolla la
imaginación,la creatividad y la capacidad para resolver problemas.
Jugar
es , asimismo, una manera de cuidar la salud. Porque es
una necesidad, tan importante
para nuestra salud física y mental, como dormir lo suficiente, comer
bien o hacer ejercicio.
El juego nos enseña cómo gestionar y transformar nuestras emociones
y experiencias negativas,
ayuda a aliviar
el estrés y
nos conecta con los demás y con el mundo que nos rodea.
Pero,
a pesar del poder y de los beneficios del juego, vemos que -en algún
momento entre la niñez y la edad adulta-, muchas personas dejan de
jugar. El
juego es sustituido por el trabajo y las responsabilidades, y cuando
se dispone de un rato de ocio no se suele optar por hacer algo
creativo y estimulante,sino que es más fácil ver televisión o
navegar por Internet.
Sin
embargo, sería bueno
seguir disfrutando de los beneficios del juego durante toda la vida.
Porque el juego no tiene edad y podemos integrarlo dentro de nuestras
actividades.
No
nos olvidemos: hay muchas razones para jugar. El juego no solo nos
sirve para entretenernos y pasar el tiempo, nos ayuda a aprender, a
crear, a sentir un desafío, a calmarnos, a tener vida social, a
cooperar con otros; a entender las relaciones con los demás y a
conocernos a nosotros mismos.
El
juego no debe acabarse junto con la niñez, deba acompañarnos a lo
largo de toda nuestra vida, como un medio más para vivirla en
plenitud.
Autora: María de los Milagros Hendrich
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