domingo, 29 de octubre de 2017

El juego: mucho más que entretenimiento

Durante el transcurso de mis vacaciones, mientras descansaba en un complejo turístico, pude observar como se entretenía la gente. Había un grupo de chicos que se encontraban jugando a la pelota, otros corrían y jugaban a la escondida y algunos compartían un partido de tenis. Por otra parte, dentro del ámbito del club house, había jóvenes que estaban muy concentrados en una partida de ajedrez, otros adolescentes jugaban al ping pong o al metegol. Pero también había otros niños y adultos que se acercaban al club house para conectarse al WiFi., con sus respectivas tablets o celulares, y poder navegar en Internet con el fin de jugar virtualmente.
Me asombró ver que las actividades de esparcimiento comprendían una gran diversidad de juegos, de distinta naturaleza, que referían tanto a destrezas físicas como intelectuales, algunos más simples y otros más complejos, algunos vigentes desde hace siglos, y otros más novedosos vinculados a las nuevas tecnologías.
Así, el tradicional juego de pelota, se remonta a tiempos muy lejanos . Por ejemplo, los Mayas lo practicaban con fines religiosos. Los principales partidos formales del juego de pelota eran eventos rituales, que podían incluir el sacrificio humano. El deporte se jugaba también de manera informal, para la recreación de los niños e incluso de las mujeres.
Los jugadores, que podían ser de dos a once, distribuidos en dos bandos, debían hacer pasar una pelota de caucho de más de dos kilos por un aro de piedra, adosado a los muros laterales de la cancha a más de dos metros de altura. La pelota no podía ser golpeada con las manos o los pies y no debía tocar el suelo. Se anotaba en el aro contrario.
También el ajedrez tiene muchísimos años de existencia. Surgió en Europa durante el siglo XV, y es un juego de ingenio que requiere un importante esfuerzo intelectual debido a que se necesita concentración, cálculo, capacidad de análisis, estrategias. Se desarrolla sobre un tablero y enfrenta a dos personas. Cada jugador cuenta con 16 piezas que puede desplazar, respetando ciertas reglas, sobre el tablero que está dividido en 64 casilleros, de colores alternados (normalmente blanco y negro). Dichas piezas son un rey, una reina, dos torres, dos caballos, dos alfiles y ocho peones. El objetivo es llegar a derrocar al rey del rival y para eso es necesaria una jugada que ataque al rey, que se conoce como jaque; es obligatorio para el jugador cuyo rey esté atacado salir del jaque. Si no hay defensa posible contra un jaque, el rey está en jaque mate y finaliza la partida.
Estos tipos de juegos son atemporales, es decir, han perdurado a lo largo del tiempo y actualmente, los niños, adolescentes y adultos lo siguen jugando.
El ajedrez ayuda al desarrollo de las capacidades cognitivas y sociales, incrementa las habilidades intelectuales, creativas y lógicas de razonamiento y mejora la capacidad de atención y concentración.
El juego de pelota, por su parte, es lúdico, divertido, y muy saludable para el desarrollo desde distintos puntos de vista. Es estimulante, ya que permite aprender conceptos espaciales como distancia y velocidad; potencia la fuerza al lanzar la pelota con el pie o con la mano, ya que  ejercita casi todos los músculos del cuerpo y ayuda a estrechar los lazos de una forma gratificante entre padres , hijos y compañeros. En el caso de los niños, le permite tomar conciencia de su cuerpo, refuerza su sentido del equilibrio y genera confianza en sí mismo. A través del juego, los niños disfrutan. Y esta diversión también se traduce en bienestar emocional que refuerza la autoestima infantil.
Pero, claro, junto con estos juegos tradicionales conviven -como señalé- otros de surgimiento reciente, entre los que se destacan los juegos virtuales, no exentos de muchas críticas. Efectivamente, constantemente se señalan los perjuicios que pueden ocasionar: cansancio visual, dolor de cabeza, posturas incorrectas, obesidad por sedentarismo, aislamiento social, falta de atención a otras actividades y responsabilidades, agresividad, y en general adicción. Sin embargo, no puede decirse que los videojuegos sean nocivos en sí mismos. Usados correctamente, por tiempos prudenciales y evitando los excesos y la adicción, constituyen alternativas saludables.
Los juegos, aunque en general se asocian a actividades recreativas -incluso ese ámbito sirvió de punto de partida para estas reflexiones-, en realidad aportan muchos beneficios a la vida de las personas, y de los niños en particular.
Así, en el caso de los más pequeños, el juego funcional o de ejercicio, -propios del estadio sensoriomotor, y por tanto de los primeros años de vida-, que consiste en repetir una y otra vez una acción por el puro placer de obtener el resultado de inmediato, permite el desarrollo sensorial, la coordinación de los movimientos y los desplazamientos, el desarrollo del equilibrio estático y dinámico, la comprensión del mundo que rodea al bebé, la autosuperación, la interacción social con el adulto de referencia, la oculación óculo-manual. El juego simbólico, propio del estadio preoperacional (2 a 6/7 años), que consiste en simular situaciones, objetos y personajes que no están presentes en el momento del juego,. permite comprender y asimilar el entorno que nos rodea, aprender y practicar conocimientos sobre los roles establecidos en la sociedad adulta, desarrollar el lenguaje, favorecer la imaginación y la creatividad. Con el juego de reglas, donde los jugadores saben antes de iniciar el juego lo que cada uno tiene que hacer., los niños aprenden a ganar y perder, a respetar turnos y normas y a considerar las opiniones o acciones de distintos tipos de conocimientos y habilidades, favorece el desarrollo del lenguaje, la memoria, el razonamiento, la atención y la reflexión. El juego de construcción, aparece alrededor del primer año y se realiza simultáneamente a los demás tipos de juegos. Va evolucionando a lo largo de los años, a veces estando al servicio del juego predominante en cada etapa. Permite potenciar la creatividad, facilita el juego compartido, desarrolla la coordinación óculo-manual, aumenta el control corporal durante las acciones, mejora la motricidad fina, aumenta la capacidad de atención y concentración, estudia la memoria visual (si no hay un modelo presente), facilita la comprensión y el razonamiento espacial, desarrolla las capacidades de análisis y síntesis.

El juego, además de aportar al niño placer y momentos de distracción, estimula su desarrollo: pone en marcha sus habilidades cognitivas, facilita su vinculación social, favorece su equilibrio emocional y estimula el desarrollo motor.
Representa -entonces- mucho más que un tiempo y espacio de entretenimiento.
En las personas adultas tiene cualidades similares a las que se presentan en los niños; porque la persona mayor no es un sujeto acabado que nada tiene que aprender o madurar. Mantener una actitud abierta, permite apropiarse de conocimientos y experiencias que fortalecen los aprendizajes y enriquecen la vida. Las jornadas de juego entre pares y con las familias tienden no sólo a fortalecer las relaciones entre amigos y familiares, sino también a facilitar la construcción de relaciones duraderas que favorecen los lazos afectivos.
El juego, entendido como una práctica que se lleva a cabo de manera consciente, en las personas adultas, facilita la diversión y la construcción de alternativas de vida, y posibilita acercarse a una experiencia lúdica cada vez más compleja y llena de significados.
Es, también, una fuente de relajación y estimulación tanto para el cerebro como para el cuerpo, que desarrolla la imaginación,la creatividad y la capacidad para resolver problemas.

Jugar es , asimismo, una manera de cuidar la salud. Porque es una necesidad, tan importante para nuestra salud física y mental, como dormir lo suficiente, comer bien o hacer ejercicio. El juego nos enseña cómo gestionar y transformar nuestras emociones y experiencias negativas, ayuda a aliviar el estrés y nos conecta con los demás y con el mundo que nos rodea.

Pero, a pesar del poder y de los beneficios del juego, vemos que -en algún momento entre la niñez y la edad adulta-, muchas personas dejan de jugar. El juego es sustituido por el trabajo y las responsabilidades, y cuando se dispone de un rato de ocio no se suele optar por hacer algo creativo y estimulante,sino que es más fácil ver televisión o navegar por Internet.
Sin embargo, sería bueno seguir disfrutando de los beneficios del juego durante toda la vida. Porque el juego no tiene edad y podemos integrarlo dentro de nuestras actividades.

No nos olvidemos: hay muchas razones para jugar. El juego no solo nos sirve para entretenernos y pasar el tiempo, nos ayuda a aprender, a crear, a sentir un desafío, a calmarnos, a tener vida social, a cooperar con otros; a entender las relaciones con los demás y a conocernos a nosotros mismos.


El juego no debe acabarse junto con la niñez, deba acompañarnos a lo largo de toda nuestra vida, como un medio más para vivirla en plenitud.

Autora: María de los Milagros Hendrich

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