miércoles, 8 de noviembre de 2017

Pueblos originarios: valor de la actividad creadora y el juego en un entorno natural.

Por Dalma E. Aguirre López


En todo el mundo se juega, en especial en la infancia, nadie queda fuera; la imaginación y la creatividad de los niños de pueblos originarios es digna de apreciar, pues juegan casi siempre con lo que la naturaleza les provee, con lo que les rodea, con simples cosas que los ayuda a crecer, quizás sin medir las dimensiones que les aporta el juego, pero sintiendo en su piel, la realidad social que les toca vivir.
Mientras en pueblos, ciudades y grandes urbes la diversión y felicidad infantil cada vez más se basa en lo material y frente a una pantalla, en las comunidades originarias de nuestro país todavía los niños se divierten con juegos colectivos al aire libre, en contacto con el entorno natural y con valores culturales tradicionales; la felicidad igual los cobija, porque para ellos el juego es un punto de encuentro, es “estar cerca del otro”.
Leyendo acerca de distintas comunidades y el entretenimiento de sus niños de ayer y hoy, se obtiene información muy rica y variada, aunque algunos juegos y juguetes se han perdido para siempre en el proceso histórico de la invasión por la imposición de patrones culturales y de un idioma ajeno. En su mayoría, juegos de regla donde todos deben respetarlas y pueden coordinar sus puntos de vista, lo que engendra una moral de cooperación y de autonomía personal que son fundamentales también en el aprendizaje de distintos tipos de conocimientos y habilidades que favorecen el desarrollo de la motricidad, lenguaje,  memoria,  razonamiento, atención y reflexión. Cabe nombrar algunos que por distintas razones, se dejaron de practicar, por ejemplo, los Guaraníes jugaban con una chala de maíz entrecruzándola y atándola formando una pelota blanda y ligera y consistía en tirarse uno a otro ésta  por el aire pegándola con la palma de la mano para que no caiga al suelo; perdía el que la dejaba caer al piso; los Tehuelches al  Allél – Kuzen, que se jugaba con cuatro huesos chatos y alargados .El Allél era un trozo del hueso. Así también, en la actualidad  muchas comunidades conservan algunos de sus ancestrales juegos y se los transmite de generación en generación sin importar que tan antiguos son. Los Guaraníes, conservan el Mbo, un juguete para un ancestral juego ritual y social. Así como la comunidad  Qom y Wichí, la Payana, Chinapa, Tinenti, Dinenti, Denenti o Tenenti, según el gusto, el oído y la memoria de quien lo aprenda y lo repita, pero originalmente llamado "kapichuá". Se juega con carozos o semillas y es valiosísimo para desarrollar destrezas manuales (psicomotricidad fina), aprender a contar, para favorecer la coordinación oculo-manual y la recreación al aire libre, entre otras cosas. El Kapichuá es un juego infantil que se practica con cinco piedras pequeñas u objetos similares (carozos y semillas), que consiste en ir tomándolas del suelo al tiempo que se arroja una de ellas al aire y se vuelve a tomar sin que caiga al piso. Los grupos Chulupí, Chorote, Toba, Pilagá y Chané Chiriguano de la región chaqueña fabricaban muñecas para sus niñas, hasta no hace mucho tiempo y en algunos casos actualmente, con elementos de barro, cera, madera, trapo y hueso. Según Rex González, esta costumbre puede tener origen prehispánico.
Esos juegos son “ancestrales” porque les pertenecen a sus generaciones y se diferencian de los traídos e impuestos por los colonizadores ya que son tradiciones de otros que al serles impuestas se modificaron. La conquista y sometimiento de estos y más pueblos, hizo desaparecer gran parte de su riqueza cultural lúdica la cual se dividía en juegos de ritos, juegos sociales, juegos reglados, funcionales y de construcción, los cuales utilizaban elementos que la naturaleza les proveía.
El juego contribuye en todos los dominios del desarrollo. Por medio de esta actividad, los niños estimulan los sentidos, ejercitan sus músculos, coordinan vista con movimiento, ganan dominio de sus cuerpos, toman decisiones y adquieren nuevas habilidades, liberan emociones, favorecen la vida social entre niños de la comunidad, aprenden reglas y técnicas que ayudan a su desarrollo, a formar su carácter y personalidad, aprenden a ganar y a perder, a aceptar las reglas del juego, que son colectivas e indiscutibles y entienden de éste modo el tiempo del juego y los límites de cada uno. El juego está sumamente relacionado con los pueblos, su diversidad cultural se lee a través de los juegos y los juguetes creados por ellos: las prácticas y los objetos lúdicos son infinitamente variados y están marcados profundamente por las características étnicas y sociales específicas.

CONCLUSIÓN:

Jugando con simpleza en un mundo natural, el niño puede crear y formar su personalidad; el individuo descubre su persona solo cuando se muestra creador. Especialmente en una sociedad que desprestigia el juego y su utilidad pedagógica. Es posible considerar que el mismo carezca de valor para quienes diseñan los programas de formación docente, desconociendo la importancia que se da en los pueblos originarios a los mismos como útiles en el proceso de aprendizaje para la vida. Promover  una inclusión e integración de la multiculturalidad en la actualidad, parece ser una tarea difícil, ya que influye el poder, la jerarquía, discriminación, desconocimiento e imposición, sin embargo el valor del juego en los pueblos originarios, es la expresión libre del alma del niño, su espontaneidad y riqueza.

BIBLIGRAFÍA:

·         PIAGET, Jean (1967) “6 estudios de psicología” Barcelona. Editorial Seix Barral
·         ABERASTURY, Arminda  (1968) “El niño y sus juegos” Buenos Aires. Editorial Paidós

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