Por Dalma E. Aguirre López
En todo el mundo se juega,
en especial en la infancia, nadie queda fuera; la imaginación y la creatividad
de los niños de pueblos originarios es digna de apreciar, pues juegan casi
siempre con lo que la naturaleza les provee, con lo que les rodea, con simples
cosas que los ayuda a crecer, quizás sin medir las dimensiones que les aporta
el juego, pero sintiendo en su piel, la realidad social que les toca vivir.
Mientras en pueblos,
ciudades y grandes urbes la diversión y felicidad infantil cada vez más se basa
en lo material y frente a una pantalla, en las comunidades originarias de
nuestro país todavía los niños se divierten con juegos colectivos al aire
libre, en contacto con el entorno natural y con valores culturales
tradicionales; la felicidad igual los cobija, porque para ellos el juego es un
punto de encuentro, es “estar cerca del otro”.
Leyendo acerca de distintas
comunidades y el entretenimiento de sus niños de ayer y hoy, se obtiene
información muy rica y variada, aunque algunos juegos y juguetes se han perdido
para siempre en el proceso histórico de la invasión por la imposición de
patrones culturales y de un idioma ajeno. En su mayoría, juegos de regla donde todos deben respetarlas y
pueden coordinar sus puntos de vista, lo que engendra una moral de cooperación
y de autonomía personal que son fundamentales también en el aprendizaje de
distintos tipos de conocimientos y habilidades que favorecen el desarrollo de
la motricidad, lenguaje, memoria, razonamiento, atención y reflexión. Cabe
nombrar algunos que por distintas razones, se dejaron de practicar, por
ejemplo, los Guaraníes jugaban con una chala de maíz entrecruzándola y atándola
formando una pelota blanda y ligera y consistía en tirarse uno a otro ésta por el aire pegándola con la palma de la
mano para que no caiga al suelo; perdía el que la dejaba caer al piso; los Tehuelches
al Allél – Kuzen, que se jugaba con
cuatro huesos chatos y alargados .El Allél era un trozo del hueso. Así también, en la actualidad muchas comunidades conservan algunos de sus
ancestrales juegos y se los transmite de generación en generación sin importar
que tan antiguos son. Los Guaraníes, conservan el Mbo, un juguete para un ancestral
juego ritual y social. Así como la comunidad
Qom y Wichí, la Payana, Chinapa, Tinenti, Dinenti, Denenti o Tenenti,
según el gusto, el oído y la memoria de quien lo aprenda y lo repita, pero
originalmente llamado "kapichuá".
Se juega con carozos o semillas y es valiosísimo para desarrollar destrezas
manuales (psicomotricidad fina), aprender a contar, para favorecer la
coordinación oculo-manual y la recreación al aire libre, entre otras cosas.
El Kapichuá es un juego infantil que se
practica con cinco piedras pequeñas u objetos similares (carozos y semillas),
que consiste en ir tomándolas del suelo al tiempo que se arroja una de ellas al
aire y se vuelve a tomar sin que caiga al piso. Los grupos Chulupí,
Chorote, Toba, Pilagá y Chané Chiriguano de la región chaqueña fabricaban
muñecas para sus niñas, hasta no hace mucho tiempo y en algunos casos
actualmente, con elementos de barro, cera, madera, trapo y hueso. Según Rex
González, esta costumbre puede tener origen prehispánico.
Esos juegos son
“ancestrales” porque les pertenecen a sus generaciones y se diferencian de los
traídos e impuestos por los colonizadores ya que son tradiciones de otros que
al serles impuestas se modificaron. La conquista y sometimiento de estos y más
pueblos, hizo desaparecer gran parte de su riqueza cultural lúdica la cual se
dividía en juegos de ritos, juegos sociales, juegos reglados, funcionales y de
construcción, los cuales utilizaban elementos que la naturaleza les proveía.
El juego contribuye en todos
los dominios del desarrollo. Por medio de esta actividad, los niños estimulan
los sentidos, ejercitan sus músculos, coordinan vista con movimiento, ganan
dominio de sus cuerpos, toman decisiones y adquieren nuevas habilidades,
liberan emociones, favorecen la vida social entre niños de la comunidad,
aprenden reglas y técnicas que ayudan a su desarrollo, a formar su carácter y
personalidad, aprenden a ganar y a perder, a aceptar las reglas del juego, que
son colectivas e indiscutibles y entienden de éste modo el tiempo del juego y
los límites de cada uno. El juego está sumamente relacionado con los pueblos,
su diversidad cultural se lee a través de los juegos y los juguetes creados por
ellos: las prácticas y los objetos lúdicos son infinitamente variados y están
marcados profundamente por las características étnicas y sociales específicas.
CONCLUSIÓN:
Jugando con simpleza en un
mundo natural, el niño puede crear y formar su personalidad; el individuo
descubre su persona solo cuando se muestra creador. Especialmente en una
sociedad que desprestigia el juego y su utilidad pedagógica. Es posible
considerar que el mismo carezca de valor para quienes diseñan los programas de
formación docente, desconociendo la importancia que se da en los pueblos
originarios a los mismos como útiles en el proceso de aprendizaje para la vida.
Promover una inclusión e integración de
la multiculturalidad en la actualidad, parece ser una tarea difícil, ya que
influye el poder, la jerarquía, discriminación, desconocimiento e imposición,
sin embargo el valor del juego en los pueblos originarios, es la expresión
libre del alma del niño, su espontaneidad y riqueza.
BIBLIGRAFÍA:
·
PIAGET, Jean (1967) “6 estudios de
psicología” Barcelona. Editorial Seix Barral
·
ABERASTURY, Arminda (1968) “El niño y sus juegos” Buenos Aires.
Editorial Paidós
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