Cuando el niño aprende a jugar en grupo, se instala una
posibilidad de que en él se construyan valores como la solidaridad, el respeto, el compañerismo,
la tolerancia, aprende a compartir y a socializarse.
El niño comienza a interactuar con sus pares a partir del año
y medio, es en ese momento cuando los adultos deben fomentar y enseñarles la
importancia del juego en grupo; es una herramienta significativa para él porque
aprende a ser paciente y respetuoso con los demás.
En la medida en que se va desenvolviendo el niño en el juego en grupo, se debe promover la capacidad para esperar y respetar el turno. Al jugar en grupo varios niños tienen la misma meta, entonces es allí donde se ve reflejado el trabajo colaborativo, para poder lograr un objetivo en común. En éste caso el adulto tiene la responsabilidad de ayudar al niño a entender y asimilar las reglas del juego. Esto debe practicarse en los primeros niveles escolares y también es muy importante en los hogares, porque al no realizarlo desde pequeños, porque luego en los años siguientes les cuesta más trabajo seguir las normas y reglas.
En los primeros años hay que estimular los juegos de correr, lanzar elementos (pelotitas, aros, etc.), juegos en ronda. Los más pequeños no tiene en cuenta si ganan o pierden, en cambio en edades más avanzadas si se lo tiene en cuenta.
Los padres tienen el rol de preparar a los niños para aceptar
una derrota, y hacerles entender que a veces se gana y otras se pierde. Lo
importante es hacer notar el esfuerzo, habilidades y debilidades que aparecen
en el momento de jugar. Es imprescindible que los padres fomenten el juego en
grupo con ellos para que así a la hora
de jugar con sus pares el niño se adapte más al juego.
Los juegos de mesa (rompecabezas, memoria, lotería,
etc.) Son una opción para iniciar el
trabajo en grupo.
Para que el juego sea más a gusto el niño decide el tiempo
que desea jugarlo.
Es importante que el juego en grupo para el niño sea placentero, para que le genere alegría, gozo, disfrute, bienestar, consigo mismo y con los demás.
Se potencia su
creatividad: El juego hará que los niños sean
emocionalmente más expresivos, que tengan más energía, que aprendan a
comunicarse mejor y a tener más vocabulario. El juego les permite
cuidar su sentido del humor,
a potenciar su imaginación, a sentir pasión por lo que hace, a ser perspicaz y
a poder conectar con el mundo que le rodea de una forma mucho más profunda. El
juego ayuda a los niños a potenciar su creatividad a que sean capaces de
inventar historias y de cambiar la perspectiva de la realidad.
Se fortalece su
intelecto: Los niños que juegan libremente y que
interaccionan más con otros niños, pueden potenciar su función cognitiva. Su
cerebro se fortalece y desarrollan una mejor atención y memoria. Los niños que juegan
físicamente y además potencian su intelecto.
Se desarrollan sus
habilidades sociales: A través del
juego los niños aprenden a llevarse bien con las personas y a afrontar algunos
retos sociales. Cada oportunidad para jugar con otros niños es un curso rápido
de cómo funcionan las interacciones sociales. Los
niños pueden empezar a comprender el comportamiento de las personas y
también a saber que en ocasiones las reglas, no siempre son justas para todos.
Entenderán y controlarán
sus propios sentimientos: En el juego,
las cosas no salen siempre como se planean y esto puede hacer que los niños
tengan una montaña rusa de sentimientos difíciles de controlar. En muchas
ocasiones, cuando los niños juegan no hay adultos alrededor para una decisión
correcta y los niños deben aprender a medir sus propias respuestas emocionales
para poder hacer frente a hechos que no aceptan o a cualquier otro tipo de
conflicto. Habrá
momentos que deberán dejar algunos sentimientos fuera de juego aplicando el autocontrol, la
negociación, la empatía y aprender además, a obtener ayuda siempre que lo
necesiten.
SCAREL ANA PAULAJ
No hay comentarios:
Publicar un comentario