¿Por qué los niños ya no juegan en las
veredas, plazas o parques?
Analizar
por qué los niños tienen limitadas sus posibilidades de jugar y desarrollarse
en los espacios públicos implica remitirse al contexto actual. La inseguridad
de los últimos años llevó a que el miedo se apoderara de los padres.
Estos,
a su vez, deben trabajar cada vez más horas para llevar lo necesario a sus
hogares y, en consecuencia, comparten menos tiempo con sus hijos. Pero además,
los especialistas coinciden en un fenómeno más: la televisión y las nuevas
tecnologías ganaron terreno a prácticas infantiles tradicionales.
La
plaza, el parque, la vereda y el barrio se plantean como espacios clave en el
desarrollo infantil. Es en estos lugares donde los pequeños y pequeñas aprenden
a andar en bici, se animan a trepar un árbol, arman improvisadas carreras, se
deslizan sin demasiados rodeos por un tobogán y juegan a la pelota, a la mancha
o a las escondidas. En ellos se ponen en
juego "modos de hacer, de actuar, de entender la cultura, las creencias y
las posibilidades de transformación”.
Sin
embargo, mirar la televisión y usar la computadora y las consolas de juego es
lo que hacen 9 de cada 10 chicos en su tiempo libre. Entre preadolescentes y
adolescentes es aún peor: el 84% de los que tienen entre 10 y 13 años ocupa sus
horas libres en hacer la tarea. Son pocos los que practican deportes fuera del
colegio, y menos los que participan de actividades culturales. Este
diagnóstico, que los especialistas ven con preocupación, surge de distintos
estudios y sondeos realizados por Unicef, el Observatorio de la Deuda Social de
la Infancia (de la Universidad Católica Argentina) y la Sociedad Argentina de
Pediatría.
En
muchos casos, los adultos son hoy los responsables de iniciar a los chicos,
desde edades muy tempranas, en los rituales del consumo; al reemplazar, por
ejemplo, la plaza por el shopping como paseo de fin de semana; al ofrecer
juguetes, golosinas o cualquier otro bien de mercado como "recompensa"
o moneda de cambio o al "ponerlos" frente al televisor antes de que
sepan hablar, caminar o sentarse.
Y
así es como la publicidad ayuda a guionar la vida, pues pone el objeto frente
al sujeto, le dice para qué sirve y deja el espacio para que juegue a lo que ya
está instalado no a otra cosa. Lo que hacen los medios, con esta alianza con el
mercado, es darle sentido, vende el sentido.
Se
recomienda que los padres dediquen una hora diaria para jugar activamente, de
preferencia al aire libre con todos los niños. Los niños necesitan muy poca
estructura o motivación puesto que son naturalmente activos. Únicamente
necesitan el tiempo, el permiso y el espacio adecuado.
El
hecho de salir afuera es una invitación indiscutible para jugar con otros
niños. Esto, sin dudas, los ayuda a desarrollar habilidades sociales como la
empatía, la negociación y otros aspectos como la aceptación de reglas, el
intercambio de roles, etc. Cuando la “interacción” se reduce a una computadora,
el niño queda reducido a un receptor que sólo da respuestas automáticas.
El
juego al aire libre exige del cuerpo, por lo que los niños aprenden a tener un
mayor control del mismo, al mismo tiempo que se ejercitan y ponen a funcionar
músculos y huesos que, estando sentados frente a un televisor, no intervienen.
La motricidad, elasticidad, el equilibrio, entre otras habilidades, se
desarrollan poniéndose en movimiento.
Otro
de los beneficios es el fortalecimiento del sistema inmunitario: los niños, al
entrar en contacto con diferentes estímulos, se vuelven más inmunes y aprenden
a convivir con diferentes situaciones y factores, sin resultar dañados. El
cuerpo es sabio y se va acostumbrando a las características del entorno,
siempre y cuando lo demos a conocer.
Aunque
muchos padres creen que la tecnología los hará estar más tranquilos, la
realidad es que los niños tienen una enorme cantidad de energía que gastar. Y
jugar y hacer deporte al aire libre es una de las mejores maneras.
Conclusión
Es necesario recuperar
el lugar del niño en lo público, ya que contribuyen a formar a personas más
tolerables con el otro. Allí es donde se aprende a aceptar otras condiciones
sociales y las personas se internalizan como parte de un sistema de valores.
BIBLIOGRAFIA
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